Tan sólo una buena montura de oro amarillo, blanco o platino. Unos brillantes como mucho. Pero nada más. Las gemas de color rojo no necesitan más para despuntar con sus reflejos de color tinto en las joyas más exuberantes.
Pero al margen de los rubíes, cuya extracción a veces entra en conflicto con el respeto de los derechos humanos y que ha exigido a muchas firmas de joyería implantar protocolos de actuación para proteger los intereses de la población autóctona, hay otras piedras que muestran una riqueza de matices que nada tiene que envidiar a los primeros.
Las turmalinas naranjas, las rubelitas, los zafiros rojos... Todas se alían para llenar de carácter casi dinástico y real hasta las piezas más insospechadas: un regio rojo borgoña en unos pendientes, un rotundo sangre para una sortija o un tono inglés para un broche. Todos ellos consiguen distintos niveles de carmesí, pero todos producen el mismo efecto hipnótico y embriagador.
Fuente:vogue